viernes, 6 de mayo de 2016

La pobreza no es sinónimo de Suciedad

Por: Ana Lucía Rosales.
Guatemala registra 52.8 % de habitantes en pobreza y pobreza extrema, de los cuales el 39.8 % es indígena y 13% no indígena. De esta población, el 35.3 por ciento vive en área rural y el 11.2% en el casco urbano.
Se entiende que una gran parte de la población vive en escasos recursos, alimentación, vestimenta, educación, etc. pero esto no es excusa para que anden sucios, despeinados, mal vestidos y con una apariencia desagradable.
La pobreza y la humildad no es sinónimo de suciedad e inmundicia… son notables las familias que a pesar de tener recursos casi inexistentes, se esfuerzan por mantener su entorno limpio, tienen cultura y educan a sus hijos para que salgan a delante, por desgracia son pocos y muchos refieren la vida de flojera, prefieren vivir en la inmundicia, esparcirla y dar lastima…

Los hechos muestran que los barrios habitados por gente considerada de escasos recursos son los más sucios y abandonados. Estas personas viven bajo estas circunstancias a lo cual se acomodan a vivir de la misma forma, lo que afecta tanto su apariencia física como su salud.
La pobreza no necesariamente es sucia, pero termina volviéndose sucia. Es una pena ver a estas personas en las calles como indigentes, tanto personas adultas como niños en unas condiciones pésimas de higiene y mal aspecto físico. Es recomendable que estas personas conozcan la higiene personal y la pongan en práctica para que puedan tener mejor aceptación ante la sociedad.
La gente prefiere vivir en la suciedad, yo tampoco lo entiendo, porque también la suciedad es una cuestión de percepción, de costumbres y de formas de entender la limpieza. SE dice que la gente huele a lo que come y a las veces que se baña, a cómo trabaja y como suda.
Esta situación conlleva a que estas personas resulten marginadas al relacionarse con personas fuera de su entorno, tachadas de vagabundos, limosneros y “shucos”. (Termino coloquial)
Viéndolo de otra perspectiva la pobreza rural no es sucia, es terrosa, pero no es sucia. En aldeas lejanas lo primero que me ofrecen es una palangana con agua para lavar mis manos antes de comer, los pisos son de tierra tan barrida y apelmazada que parece cemento. Hay orden en las casas, pero la tierra mancha, no es piso de cerámica, es tierra.

Las mujeres y los niños se bañan en el rió, lavan la ropa escrupulosamente en las piedras, duele la espalda y se rajan las rodillas… regresan con olor a jabón y con una carga de ropa mojada, los niños se vuelven a ensuciar en el regreso a la casa, no hay zapatos y la tierra y el barro ensucian…. Pero la pobreza no es sucia, es parte del vivir en un planeta que llama “tierra” el llenarse de su sustancia.

          

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